Tras la rebelión de Sertorio en Hispania y los intentos de conjura de Catilina, lo que supuso el principio del fin de la República. En cuanto a la historia militar y las conquistas, durante el siglo I a. C., Roma realizó nuevas conquistas, emprendidas por una serie de generales ambiciosos: entre ellas y la conquista de la Galia por César (58–51 a. C.). Tras la victoria de Octaviano sobre Marco Antonio y el reino helenístico de Egipto, la República se anexionó de facto las ricas tierras de Egipto. Sin embargo, la nueva posesión no fue incluida dentro del sistema regular de gobierno de las provincias, ya que fue convertida en una propiedad personal del emperador, y como tal, legable a sus sucesores.
En el año 27 a. C. se estableció una ficción de normalidad política en Roma y el Senado otorgó a Octaviano el título de Imperator Caesar Augustus. Octaviano aseguró su poder manteniendo un frágil equilibrio entre la apariencia republicana y la realidad de una monarquía dinástica con aspecto constitucional en cuanto que compartía sus funciones con el Senado. Formalmente nunca aceptó el poder absoluto aunque de hecho lo ejerció, asegurando su poder con varios puestos importantes de la República y manteniendo el mando sobre varias legiones.
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